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LA CASA EN LA CIMA DE MONTE MEDIOCAMINO

Updated: May 24



"Nunca te consideres la causa de los resultados de tus actividades"

Bhagavad Gita - Capítulo 2, Verso 47


"Realiza todas las obras como una ofrenda al Supremo"

Bhagavad Gita - Capítulo 3, Verso 30



I

Érase una vez un monte.

La gente lo llamaba Monte Mediocamino.


Érase una vez que no había ninguna casa en la cima de Monte Mediocamino.

Sólo había un árbol.

La gente lo llamaba el Árbol de los Sueños.


II El Árbol de los Sueños llamaba a los jóvenes mientras dormían: "¡Lo he visto! ¡Lo he visto! ¡Una fortuna en oro, plata, fiat y cripto me espera en la cima de Monte Mediocamino!", exclamaba un joven una mañana al despertarse. Mientras que en otro lugar, en otro dormitorio, en otra cama, otro joven se despertaba exclamando "¡La he visto! ¡La he visto! ¡Una diva voluptuosa y seductora me espera en la cima de Monte Mediocamino!"


"Tal es la naturaleza del Árbol de los Sueños", susurraban los mayores - a veces celosos, a veces cínicos, a veces alentadores - mientras veían cómo un joven tras otro preparaba su mochila y partía - lujurioso, poseído, ambicioso, obsesionado - como un peregrino que emprende una búsqueda sagrada - en dirección a Monte Mediocamino.


Los jóvenes seguirían viajando - sin parar - durante años – a través de su veintena, a través de su treintena - sin parar... Caerían en valles insospechados, y desafiarían alturas vertiginosas. Sufrirían depresiones y desesperación, recibirían bendiciones, conocerían juergas, y probarían todos los placeres de la carne - hasta que algunos, aunque no todos, llegarían un día, en la mediana edad, al descanso del peregrino, en la cima de Monte Mediocamino.


Una vez allí, en la cima de Monte Mediocamino, encontrarían su cofre de oro, su príncipe, su princesa, su palacio, su corcel de valor incalculable, o su lugar en la imaginación de los hombres. Porque el Árbol de los Sueños cumplía sus promesas - y a los que llegaban a la cima de Monte Mediocamino les otorgaba aquello con lo que les había llamado.

 

Algunos de estos hombres y mujeres de mediana edad cantaban y bailaban con alegría. Algunos daban gracias a los Dioses. Y, finalmente, todos descansaban, y dormían durante días y noches.



III Ahora, desde allí, en la cima de Monte Mediocamino, podían ver en ambas direcciones. Ahora - lo más interesante y lo más estremecedor – ahora, por primera vez - podían ver el campo al otro lado de Monte Mediocamino.


En el lado desde el que habían llegado podían ver a los jóvenes acercándose - encantados por las visiones del Árbol de los Sueños - pero ahora, en el otro, podían ver a la gente descendiendo, y continuando - y continuando, y continuando - haciéndose cada vez más viejos - acercándose constantemente a otro árbol: El Árbol del Despertar, también conocido como el Árbol del Desconocer... El árbol más comúnmente conocido como La Puerta de la Muerte.


Porque allí, en la cima de Monte Mediocamino, tras esos primeros días de descanso y euforia - todo se revelaba... Allí, en la cima de Monte Mediocamino, se revelaba que ningún oro podía atravesar la Puerta de la Muerte, que los príncipes y las princesas envejecían, que los palacios decaían - y que la imaginación de los hombres se desvanecía.


"¡Me engañaste, mentiroso, ladrón de mi vida!", se enfurecían algunos - y pateaban el tronco del Árbol de los Sueños, y arrojaban sus monedas de oro por la ladera de la montaña. "¡Me dejé seducir por mi lujuria, por mi ambición, por mi narcisismo!", se lamentaban otros, y se revolcaban sollozando en la hierba en la cima de Monte Mediocamino durante semanas.



IV Un día, érase una vez, llegó a la cima de Monte Mediocamino un hombre con muchas habilidades: un hombre que sabía hacer paredes de piedra, tejados de cañas y barro, chimeneas que dieran calor sin llenar la habitación de humo - un hombre que sabía trabajar la madera para hacer puertas y ventanas, un hombre que había recibido tantos nombres en su viaje a Monte Mediocamino que ya no sabía cuál era el suyo, o si tenía uno propio.


"¡Es tal y como esperaba!", dijo este hombre de muchas habilidades, y nombres, y ningún nombre - al contemplar en la distancia por primera vez El Árbol del Despertar, conocido también como La Puerta de la Muerte. "Porque siempre fue obvio que Monte Mediocamino se encontraría a mitad de camino - ¿por qué sino se llamaría Mediocamino?"


Y miró al Árbol de los Sueños a los ojos. Y el Árbol de los Sueños le miró. Y al árbol le dijo en voz alta, desafiante "quieres que el viaje de acercamiento a Monte Mediocamino sea una inhalación - un viaje de recoger... Y quieres que el viaje de alejamiento sea una exhalación. Un viaje de soltar... Pero yo no quiero dejar de recoger, y llevo mucho tiempo soltando ya. Llevo mucho tiempo inhalando y exhalando, ¡y pretendo que siempre sea así!"


Fue como si el mediodía hubiera besado a la medianoche, o una espada hechizada hubiera sido arrancada de una piedra, o un gran koan descifrado, o un acertijo eterno desentrañado, o El Elegido finalmente elegido - y El Árbol de los Sueños se inclinó ante el hombre de muchos nombres y ninguno - doblando su tronco hacia adelante, y venciendo sus ramas hasta el suelo. "¿Enrones, tú qué sueñas?", preguntó el buen árbol. "Deseo construir una casa aquí, en la cima de Monte Mediocamino" respondió el misterioso hombre de múltiples habilidades. "Entonces así será", dijo el buen árbol. Y así fue.


La Casa en la Cima de Monte Mediocamino se construyó piedra a piedra, rama a rama, aliento a aliento – a la vez una llegada y una salida, a la vez un recibir y un devolver. Era, tal como lo había esperado el Árbol de los Sueños: una construcción simultáneamente perfectamente egoísta y perfectamente sin ego.

 Y luego, un día, después de muchos años - su obra maestra terminada - el Hombre que Construyó la Casa en la Cima de Monte Mediocamino se tumbó en el cálido suelo, justo delante de la excelente chimenea que había construido, y en su mente le despertó el Árbol del Despertar, y atravesó la Puerta de la Muerte.


El Árbol de los Sueños y el Árbol del Despertar, como entrelazados, lo vigilaban a su paso. Besó sus cortezas sagradas, y susurró: "Gracias a los dos - gracias por mi vida, y gracias por mi muerte - , ¡gracias por la oportunidad de haber existido!" Y el Árbol de los Sueños y el Árbol del Despertar le arrojaron una lluvia de pétalos - pétalos que, de algún modo, eran también una visión - una visión del tiempo que no tenía principio ni fin y, por lo tanto, no tenía punto medio. Y, por lo tanto, ningún Monte Mediocamino.



Para mi hijo Ibrahim, en el 41 aniversario de su nacimiento.


Mark the Mystic Activist, Aragón, Febrero 2024

Imagen por Igor Morski

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