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Mesa Un Millón Uno



Érase una vez,

en el casino justo afuera de las Puertas del Cielo,

donde iban muchos ángeles adolescentes a pasar una noche arriesgada -

un hombre llamado Duda llegó con el ceño fruncido.


“¿Qué le preocupa, Buen Señor?”, le preguntó el Ángel casi-Troll gigante, en la puerta.

“Toda mi vida amé el cine,

amé la vida proyectada en una pantalla,

amé la imaginación hecha visible”, respondió Duda, tristemente -

“pero nunca pude decidir si Dios me amaba,

o si yo estaba proyectando ese amor en la pantalla de mi mundo”.


El Ángel Troll en la puerta del Casino,

que era cinturón negro de Karate, Kung Fu y Tai Chi,

confesó que él también amaba el cine -

especialmente las películas de Bruce Lee.


“¿Hay cines en el cielo?”, preguntó Duda.

“La existencia es un cine”, respondió el Ángel, enigmáticamente.

“Me gustaría probar suerte en las mesas del Casino”, pensó Duda en voz alta,

“pero al haber muerto, no tengo plata”.

“No será necesario, Señor”, anunció el Ángel Troll extremadamente educado -

Y entonces, y allí -

las Puertas del Casino se abrieron dramáticamente -

y de repente Duda pudo ver infinitos Ángeles riéndose y bailando

al son de La Música de las Esferas

(una banda muy popular) -

y gritando de alegría, y aullando de decepción, en las mesas de apuestas

que se extendían hasta donde alcanzaba la vista.



II


Duda fue recibido por el Maestro de Ceremonias del Casino,

un Ángel casi-Vampiro con un sombrero de copa y una capa negros.

“¿Cuál será su apuesta, nuestro Muy Bienvenido Recién Llegado?”,

le preguntó el Maestro de Ceremonias a Duda, extravagantemente.

“Bueno, allí está el asunto”, respondió Duda,

“¡es que no me puedo decidir!”

“Es un verdadero enigma, un enigma verdadero”, sonrió el Ángel Vampiro,

porque no había palabras que no se habían oído mil veces

en el Casino más allá del tiempo,

justo afuera de las Puertas del Cielo.


“Prueba la mesa un millón y uno”, sugirió el Ángel Vampiro,

recordándole a Duda, de alguna manera, a Liza Minnelli en Cabaret.

“Era una gran película”, murmuró Duda a sí mismo,

mientras se dirigía a la mesa un millón y uno.


“Aquí entiendo que el dinero no hace girar al mundo”, dijo Duda, ingeniosamente,

al Ángel de dientes blancos brillantes y alas bien redondas y seductoras

que giraba la rueda en la mesa un millón y uno.

“Aquí la moneda es La Voluntad”, respondió el Ángel hermoso, destelleando una sonrisa.

“Bueno, todavía no sé si apostar a que Dios me ama,

o (siendo el amante de la proyección que soy, o era),

si eso es solo una proyección auto-consoladora”, Duda dudaba.

“¡Ya veo, ya veo!” dijo el Ángel, con genuina compasión -

“bueno, siempre puedes apostar por el Comodín”.


El Comodín era un Ángel pequeño, mágico, casi-Hada

acurrucado en la esquina de cada mesa del Casino -

que nunca hablaba excepto cuando le hablaban -

pero que, explicó el Ángel Hermoso, cuando le hablaban

podía mostrarte tu pregunta como nunca la habías visto.


“Bueno, entonces apostaré por el Comodín”, dijo Duda, sin dudar,

“¡porque estoy al borde de la desesperación!”

Y así fue que,

érase una vez...

un Ángel Hada creció y creció y creció -

y desapareció -

y en su lugar -

en el espacio que su presencia había vaciado -

apareció

nada menos que

Dios.


La Música De Las Esferas se silenció.

Los gritos y aullidos en las mesas que se extendían hasta donde alcanzaba la vista

cesaron.

Y los infinitos Ángeles en el Casino justo afuera de las Puertas del Cielo

se inclinaron todos, gentilmente -

llenos de nada más que gratitud y alabanza.


“Hola Duda”, le dijo Dios a Duda.

“Hola”, respondió Duda, tímidamente.

“¿Tienes una pregunta para mí?”, le preguntó Dios a Duda, directamente.

“Sí”, respondió Duda, ahora con más confianza -

“¿Cómo sé que esto no es una proyección?”

“¡Precisamente!” dijo Dios, absolutamente encantado -

y luego también desapareció.


Duda miró hacia la esquina de la mesa de apuestas.

El Ángel Hadas Comodín había regresado.

“Gracias”, dijo Duda, sinceramente.

“Un placer”, respondió el Ángel Hada con un hilo de voz.

“No sé a qué voy a apostar”, dijo Duda,

pero ya sé, sin lugar a dudas,

que tengo que apostar.” *



Mark Josephs,

"Mark el Activista Místico"

Aragón, España,

Verano 2024.


Este poema viene de la (muy expandida) tercera edición de "Amor & Revolución"

(el texto central del Proyecto Tribus Conscientes),

que saldrá a finales de este año.


Podrás descargarlo gratis,

escucharlo gratis,

 o comprarlo en edición de bolsillo (a precio de imprenta y correo).


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Imagen por Volodymyr Melnyk www.dreamstime.com


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