Tunda Ho no tenía reloj.
Pero barría el suelo de arena de su cueva
con una escoba de hierbas y cordel
cada mañana a las nueve.
Polvo, brevemente, en el aire de la montaña.
Aquel año hacía calor.
Un águila observó a Tunda Ho, neutral.
Había sitio para todos.
Agua de nieve, verduras silvestres.
Bailando sobre las rocas, posándose en una rama para rezar.
Tundo Ho jugando.
"En nidos de ramitas y hojas
huevos se rompen, ojos se abren.
El calor de la Primavera es amor".
¡Qué sorpresa! Era el Haiku de Lao Pu flotando, como perfume, o el recuerdo del perfume, o una visión de lo indefinible. Tunda Ho lo oyó, y lloró, y respondió sin pensar:
"El viejo campesino murió en el Huerto de los Cerezos.
Algunas personas y algunos árboles se aman.
Siempre hace frío bajo tierra."
Lao Pu vivía con cien búhos
en una cabaña de bambú
en las afueras de un pueblo del valle.
Estaba en el jardín, limpiándose los dientes con una ramita,
cuando sintió el Haiku de Tunda Ho caer por la ladera.
“Este Haiku añade tanto al mío”, dijo Lao Pu.
Asombro. Sol.
Respondería.
Pasaron los años.
Algunos árboles crecen rápido.
Algunos árboles crecen despacio.
A veces depende de las condiciones.
A veces las condiciones son difíciles de definir.
Mark the Mystic Activist,
Sierra de Loarre, Aragón,
Primavera 2024
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